Resumen
La obra de Carlos Martiel está estrechamente relacionada con el cuerpo y el territorio, pues explora las experiencias físicas y emocionales de las comunidades indígenas que se ven obligadas a abandonar sus tierras y migrar a nuevos lugares. Estos desplazamientos tienen un impacto directo en los cuerpos de las personas, provocando agotamiento físico y desafíos para adaptarse a entornos desconocidos. Además, la obra reflexiona sobre la profunda conexión entre los pueblos indígenas y sus territorios ancestrales, enfatizando la importancia vital de la tierra como fuente de identidad, cultura y sentido de pertenencia.
Una historia de racismo, expulsiones y suicidios colectivos, que se remonta a la época colonial, ha marcado y reducido a la población guaraní en Brasil. Tras el fin de la guerra con Paraguay en 1870, el gobierno brasileño comenzó a vender las tierras, pisoteando los derechos de las poblaciones indígenas. Con el tiempo, la situación de los guaraníes y otros pueblos indígenas en Brasil ha empeorado, ya que han sido desalojados por la fuerza de sus tierras y masacrados por pistoleros que trabajan para la agroindustria. A pesar de ello, la lucha pacífica por los derechos y la demarcación del territorio de estos pueblos ancestrales continúa. El artista Carlos Martiel se encuentra dentro de la galería con un tocado guaraní kaiowá cubierto de sangre humana en la cabeza.